En 2 Corintios 5:1, el apóstol Pablo nos recuerda que como creyentes en Cristo, tenemos una morada eterna en los cielos. Nuestro cuerpo terrenal es solo temporal, pero anhelamos nuestro hogar celestial. ¡Descubre más sobre esta esperanza en este versículo!
Renovación del cuerpo según 2 Corintios 5:1 – Versículos de la Biblia
Claro, aquí tienes la respuesta:
La renovación del cuerpo según 2 Corintios 5:1 nos dice: “Porque sabemos que si nuestra morada terrenal, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.”
Preguntas Frecuentes
¿Qué enseña 2 Corintios 5:1 sobre la esperanza de obtener un cuerpo celestial?
En 2 Corintios 5:1 se enseña que los creyentes tienen la esperanza de obtener un cuerpo celestial que Dios les ha preparado, como una morada eterna en el cielo.
¿Cómo nos anima 2 Corintios 5:1 a anhelar nuestra morada eterna en los cielos?
2 Corintios 5:1 nos anima a anhelar nuestra morada eterna en los cielos al recordarnos que tenemos una casa en el cielo, no hecha por manos humanas, sino por Dios mismo.
¿De qué manera nos invita 2 Corintios 5:1 a reflexionar sobre la vida terrenal en comparación con la vida eterna en la presencia de Dios?
2 Corintios 5:1 nos invita a reflexionar sobre la vida terrenal en comparación con la vida eterna en la presencia de Dios al recordarnos que nuestra morada en el cielo es eterna, mientras que nuestro cuerpo terrenal es solo temporal.
En resumen, el versículo de 2 Corintios 5:1 nos recuerda la importancia de mantener nuestra esperanza puesta en las promesas de Dios, confiando en que Él tiene preparado para nosotros un lugar eterno en los cielos. Aunque vivamos en este cuerpo terrenal, debemos anhelar con fervor nuestro hogar celestial, donde recibiremos una morada perfecta y eterna junto a nuestro Señor. Que esta verdad nos motive a vivir cada día con la mirada puesta en lo eterno, sabiendo que lo mejor está por venir. ¡Confía en Dios y espera en sus promesas con gozo y expectativa! 2 Corintios 5:1 nos anima a vivir con la certeza de que nuestro verdadero hogar se encuentra en los cielos, donde estaremos con Dios por toda la eternidad.